5/17/2020

Fue en el 2020 ...



De repente me encontré caminando por calles nuevas, iluminadas por el sol de las seis de la tarde. Ese sol característico que crea hermosas sombras sobre superficies con colores saturados por el anaranjado color del sol cansado de su jornada.

Y entre esas calles me puse a caminar, a paso lento con las manos en la bolsas, observando las ventanas cerradas, las puertas aseguradas, la gente absorta en pantallas de luz azul que solo iluminan su cara, dejando el cuerpo en sombras.

Y así poco a poco fui avanzando, solo, pensando solo para mí.

El silencio dejaba escuchar el viento, los arboles sacudían sus hojas acariciando suavemente mi cabeza.  No había nada más a mi alrededor.  Curiosamente tampoco recuerdo ningún aroma, no olía a pan, tampoco a tierra.

Un poco fresco el aire ayudaba a hacer el andar mas apacible, curiosamente tampoco recuerdo escuchar el sonido de mis botas contra el piso.

Solo recuerdo la paz que sobre las calles reinaba, sus colores, y los destellos de los monitores azules que se adivinaban tras las ventanas.

Decidí asomarme a una de las casas, pero una vieja refunfuñona cerro de golpe la cortina. Fue hasta un poco más adelante que pude ver lo que pasaba dentro de las casas.  Autómatas, verdaderos zombies de carne y hueso se alimentaban de esa luz azul, totalmente idiotizados sin mover un dedo, difícilmente parpadean, solo miran.  La luz los mantiene cegados, y se olvidan de todo cuanto sucede a su alrededor.

De pronto en una casa más adelante un niño abrió la cortina y se me quedo viendo, como si yo fuera algo nunca visto, seguramente el color morado de mis botas le llamo la atención por que no dejaba de mirarlas. Tímidamente con sus manitas alcanzó a abrir un poco la ventana, cuando de pronto, una sombra lo abrazo y violentamente azoto la ventana y pude ver como lo sentaban frente a esa pantalla azul.  Fue ahí cuando pude percibir el aroma del interior de la casa, un fuerte olor a miedo golpeo mi cara ...