8 DIAS EN EL ISSSTE
De lunes a martes, con una semana de distancia.
En verdad, después de todo esto que ha pasado, yo no veo cuál es esa enorme diferencia entre el ISSSTE y los Ángeles del Pedregal.
En ambos lugares, las personas que trabajan cometen los mismos errores: no observan, no escuchan. En uno cobran un dineral y en el otro hay gente que cobra y ni siquiera se presenta a trabajar; por donde queramos verlo, es una injusticia a la vista de cualquier persona.
En ambos casos estoy agradecido por los resultados: hoy mi papá regresó a casa después de un largo rato en el hospital, y mi abuela me salvó el día con un pequeño favor que me hizo mientras se le enfriaba la leche del desayuno.
Lo que en verdad es una pena es la soberbia que te da el poder —disque— curar a alguien; es increíble con qué desfachatez se atreven a cobrar un dineral para ver si su sistema casi aleatorio de tratamiento medicinal da resultado. Experimentan nuevos medicamentos y te dicen: «¡Vamos a ver cómo reacciona!» Yo me pregunto, ¿por qué no se meten un tubo oxidado de pulgada y media donde mejor les quepa por tres horas y vamos a ver cómo reaccionan?
En verdad es increíble que se atrevan a abrir el hocico para decir algo así. Para esas respuestas, salgo al jardín de mi casa, agarro un caracol, lo muelo con la composta (tierra a partir de desechos naturales; se parece a la tierra de hojas) de mi madre, le pongo el jugo de un limón y poco a poco lo amaso hasta tener una pasta que le aplico en el pecho, para ver cómo reacciona.
Llevo casi un año; no sé si es más o es menos, pero ese tiempo llevo oyendo a mi papá con una tos, de perro, de miedo. En verdad es increíble la capacidad que ha desarrollado para toser; si hubiera algún deporte basado en tosidos, de seguro lo ganaba y ganaría un dineral si lo hiciera como jugador profesional. Va al médico, le explica cómo es su tos y le receta perlas de Tesalón. ¡Yo me pregunto si el médico sufrió algún tipo de maltrato cuando era pequeño o simplemente nació estúpido y compró el título! En verdad se necesita estar, pero que sí, súper tarado, como para recetar lo que se dan a los niños cuando tienen una pequeña tos. ¿Que no ve que no deja de toser? Seguramente, mientras le exponía su mal, le tosió en la cara. Yo no soy médico, ni quiero serlo; no me interesa ganarme la vida con el dinero de otras personas que por fe creen en mí. Bastante coraje me dan los sacerdotes como para unirme a esta nueva religión que promete el cielo mientras vives en la tierra.
Esto lo escribo para desahogarme y también para exponer mi muy particular punto de vista: los médicos y los laboratorios te quieren enfermar, así de claro. ¿De qué le servimos a cualquiera de ellos si gozamos de plena salud? ¿A quién le van a vender sus chochos y servicios si estamos sanos? En 2006, cuando la tecnología nos permite saber que tres mexicanos sobrevivieron nueve meses en el mar antes de que podamos verlos, cuando tenemos sistemas que pueden saber los daños de una estructura en cuestión de segundos; cuando nuestros ojos difícilmente distinguen la ficción de la fantasía, en este tiempo ¡no podemos erradicar una gripe! No sabemos el origen de las migrañas, no hay cura para la diabetes, no hay manera de regenerar una neurona, no podemos soldar un hueso sin tener que romperlo más. No entiendo, entonces ¿para qué están ahí? ¿Cuáles son sus justificaciones para existir, que después de miles de años ya tienen mejor puntería para curar algunos malestares?
Se la pasan diciendo que McDonald’s es malo; si ha de ser tan malo, ¿por qué cuando uno está agotado lo mejor que puede hacer es comerse una Big Mac? No me imagino a un crudo (por beber alcohol) comiendo zanahorias para quitarse el dolor de cabeza. Con esto no quiero decir que una Big Mac sea buena o que las zanahorias sean malas. Pero los que saben se dedican a satanizar todo con lo que no están de acuerdo. Si eres de los que no comen carne, actúas como si comerte 500 g de un excelente bife argentino fuera un abuso. Y si eres de los que comen carne todos los días, tachas a los vegetarianos de muertos que caminan.
Sí, la verdad es que estoy impresionado de esta humanidad a la que pertenezco, y sobre todo quiero dejar claro que no soporto a los médicos alópatas —entiéndase: los estúpidos de bata blanca que trabajan en un hospital—. No los tolero: van en contra de lo que creo y pienso. Los considero seres de mente obtusa, que no ven al paciente, solo ven los síntomas, y en ocasiones solo ven parte de estos. Ojalá algún día tengamos un médico que se dedique a tratar al ser humano que está frente a él. Mientras, seguiré evitando tratar con ellos. Además, lo mejor de todo es su excusa máxima: «De algo nos hemos de morir», y ya con eso resuelven sus ineptitudes.
Con mucho coraje y con ganas de partirles la cara a cada uno de ellos, me despido
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Nunca olvides decir hola para que no te duela jamás decir adios.
El Muncho.Rodrigo. ó si lo preferíz Truku.